Por: Lic. en Nut. Priscila Guzmán Rodríguez
Han pasado ciento sesenta y cuatro días a partir de que se dio a conocer el primer caso de coronavirus en México, días de ver como el nuevo virus SARS-CoV-2 ha arrasado con miles de vidas y ha dejado en inquietud a toda la población mexicana. Después de no saber a ciencia cierta los alcances médicos, estamos aprendiendo a vivir con él y a irrumpir a esta “nueva normalidad” que sugiere cambios en el ámbito laboral, social y familiar.
La nueva realidad social incluye un cambio en nuestro ritmo de vida y por supuesto en hábitos relacionados a un estilo de vida saludable como la realización de actividad física, que desde que aceptamos y reconocimos como sociedad que el aislamiento social era imprescindible para evitar la propagación del virus, las personas acostumbradas a la actividad física continua buscaron alternativas tales como el ejercicio en casa; pero ya son ciento sesenta y cuatro días, en los que aunque el aislamiento social sigue siendo la mejor opción, existe el factor emocional que indudablemente se ha visto afectado por el aislamiento que nos descoloca de la cotidianidad, cotidianidad a las que nos gustaría regresar.
La señalización del semáforo de alerta sanitaria promueve el regreso a las actividades de manera escalonada, y ante el pánico social, deportistas han decidido reanudar actividades al aire libre con las mejores medidas de protección, o por lo menos con las que se considera que lo son como el uso de cubrebocas durante el ejercicio. Pero, ¿realmente ofrece algún beneficio frente al Coronavirus-2019? ¿existen reacciones fisiológicas adversas?
La recomendación se basa en el fundamento de evitar el contagio que como sabemos solo se dará por contacto con otra persona que esté infectada por el virus a través de las gotículas que salen despedidas de la nariz o la boca de una persona infectada al toser, estornudar o hablar y que son inhaladas por una persona receptora.[1] Sin embargo, cumplir con esta medida sanitaria se complica durante una sesión de ejercicio al aire libre; aunque el control de infección es predominante, usar cualquier tipo de mascarilla ocasiona algunos problemas fisiológicos como alteración en el metabolismo muscular, respuesta inmunitaria disminuida, aumento de estrés cardio-respiratorio, función renal alterada, alteraciones en la actividad cerebral e incidencia en la salud mental,[2] las cuales expondré a continuación.
La primera consecuencia parece ser una alteración en el metabolismo muscular pues este depende en gran medida del suministro ininterrumpido de O2 e intercambio de CO2 con la atmósfera. La mascarilla figura como un circuito cerrado para la inhalación y exhalación, lo que incrementa las concentraciones de CO2 arterial y la intensidad de la acidez en el ambiente ácido; por lo que las personas que hacen ejercicio con una máscara tendrían efectos fisiológicos similar a una persona con Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica (EPOC) entre los que se incluyen: molestias, fatiga, mareos, dolor de cabeza, falta de respiración, debilidad muscular y somnolencia.
En segundo lugar la respuesta inmunitaria disminuida condicionada por un cambio adicional en la humedad y la temperatura en la vía aérea superior que causa síndrome de cilios inmóviles que predispone a las personas a infecciones del tracto respiratorio inferior mediante la siembra profunda de la flora orofaríngea.
El aumento de estrés cardio-respiratorio esta mediado por la reducción de la oxigenación y liberación de dióxido de carbono que aumenta la presión arterial lo que lleva a un aumento de la sobrecarga cardíaca y la demanda coronaria. En personas con enfermedad crónica establecida, estos cambios pueden agravar la fisiopatología subyacente, que conduce a hospitalización o aumento en el uso de medicamentos.
Un efecto interesante es la función renal alterada, se sabe que las lesiones agudas son recurrentes sobre todo en corredores de largas distancias, sin embargo, el uso de cubrebocas además, genera hipoxia hipercapnica que reduce el flujo sanguíneo renal y la tasa de filtración glomerular que representa un riesgo y se evidencia por función renal disminuida en donde el flujo deficiente de la arteria renal causa hipoxemia en nefronas que perpetúa la fisiopatología de la insuficiencia renal.
Por último, existen afectaciones en la actividad cerebral que desencadenan en alteraciones de la salud mental. Existen algunos estudios de apnea obstructiva del sueño que proporcionan evidencia de que la hipoxemia hipercapnica afecta la estabilidad postural, propiocepción, velocidades de marcha alteradas y caídas; por otro lado, la baja oxigenación cerebral provoca mayor cansancio y anula los beneficios anímicos sobre las personas que podría tener el ejercicio, tales como mitigar o reducir estados de ánimo relacionados con estrés y depresión.
Basta decir que las recomendaciones generales expuestas a la sociedad son las más viables en esta pandemia que nos acecha, tales como el lavado de manos correcto, distanciamiento social, evitar lugares concurridos y evitar tocar con las manos nariz y boca. El uso de mascarillas solo crea una falsa sensación de seguridad que, aunque no está aún del todo evidenciado, aumenta en lugar de reducir el riesgo de infección; seleccionar la mascarilla adecuada durante la realización de alguna actividad física al aire libre se convierte así en un acto de equilibrio entre los posibles beneficios versus los efectos adversos.
[1] Organización Mundial de la Salud (2020). Preguntas y respuestas sobre la enfermedad por coronavirus (COVID 19). Recuperado el 30 de julio de 2020 de https://www.who.int/es/emergencies/diseases/novel-coronavirus-2019/advice-for-public/q-a-coronaviruses?gclid=Cj0KCQjwgo_5BRDuARIsADDEntScCOgaSuOHVxLq5UfwdZ3L5NdxMsXiplz3iHKTnhiPTi5JG2RD7BoaAubZEALw_wcB
[2] Chandrasekaran B., Fernandes S. (2020). “Exercise with facemask; Are we handling a devil's sword?” – A physiological hypothesis. Medical Hipotheses 144:11002 [en línea]. Recuperado el 30 de julio de 2020 de file:///C:/Users/Laura%20Priscila/Downloads/1-s2.0-S0306987720317126-main.pdf
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