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¿Qué nos depara el nuevo etiquetado de alimentos?

El nuevo etiquetado de alimentos tiene múltiples interpretaciones dependiendo de la perspectiva en que es entendido y analizado: para los profesionales de la salud es una estrategia de salud pública en el primer nivel de atención que figura como un medio preventivo para reducir las cifras de sobrepeso y obesidad en el país; a nivel federal, parafraseando el primer apartado de la NOM-051-SCFI/SSA1-2010 es un requisito comercial que garantiza la protección del consumidor; finalmente, para el consumidor es la exhibición del contenido de un producto que responderá a la necesidad de tener disponible inform

ación clara y precisa.


Para sentar las bases de la importancia a nivel global me gustaría hacer un desglose de las modificaciones que involucra este cambio, para ello no hay que perder de vista el objetivo principal que no es en absoluto informar sino advertir acerca de aquellos nutrimentos o ingredientes críticos que en consumo excesivo representan riesgos para la salud incrementando la probabilidad de padecer alguna enfermedad crónica no transmisible o complicar las ya existentes.

Dicho lo anterior podemos extraer las implicaciones técnicas: la información presentada deber ser clara, veraz, sencilla y visible (situado en la superficie principal de exhibición); no debe incluir personajes infantiles, animaciones, dibujos animados, celebridades, deportistas o mascotas, elementos interactivos, juegos visuales o descargas digitales dirigidos a niños que inciten, promuevan o fomenten el consumo, compra o elección[1]; con base a consideraciones nutrimentales de acuerdo al marco jurídico aplicable se podrá indicar que un alimento tiene algún valor nutritivo superior por adición del nutrimento ostentado, cualidades específicas por disminución u omisión de un nutrimento (lo que sucede por ejemplo, con los productos light), exhibir que tiene cierta preparación peculiar o que es preparado de manera diferente con fines religiosos (como los productos Halal o kosher).


Pero, entonces ¿cuál es la perspectiva a considerar para su importancia? En materia de salud pública, permitirá hacer responsable a la población de su estado de salud. Por mucho tiempo hemos culpado al sistema de bombardear por diferentes medios con publicidad que incita al consumo de comida con alta densidad energética, al tener la información disponible de manera clara y sencilla no hay pretexto: tú eres responsable del cuidado de tu cuerpo. A nivel federal, permitirá sentar las bases regulatorias que protejan legalmente al consumidor en caso de no contar con la información necesaria para hacer una buena elección en sus compras alimentarias; finalmente, el consumidor tendrá una herramienta práctica y atractiva en el momento de decidir sobre lo que va a comprar, lo necesario cuando no se cuenta con una guía que explique y promueva las buenas elecciones (una asesoría nutricional) de la que carecen la mayoría de los mexicanos.

Con el análisis de las tres formas en que se puede interpretar el nuevo etiquetado de alimentos se puede tener una expectativa de lo que será con su próxima implementación, quizá es muy utópico afirmarlo, pero en este tema como en todo lo referente a programas sociales me gusta ser utópica y pensar que tendrá el resultado esperado: generar cambios que visibilicen el descenso de los estragos que ha generado la inadecuada nutrición desde hace muchos años, en donde la unión estado-profesional de la salud-paciente (ciudadano) es vital, y me gusta aún más pensar parafraseando las palabras de Jesús Galindo Cáceres[2], que el investigador (en este caso, el profesional de la salud) necesita confiar en su capacidad de estar ahí observando; su tenacidad es el único resguardo, su intención.


[1] Diario Oficial de la Federación. NORMA Oficial Mexicana NOM-051-SCFI/SSA1-2010, Especificaciones generales de etiquetado para alimentos y bebidas no alcohólicas preenvasados-Información comercial y sanitaria. Obtenido el 09 de julio 2020 en: https://www.dof.gob.mx/2020/SEECO/NOM_051.pdf    


[2] Mexicano. Doctor en Ciencias Sociales (1985), maestro en Lingüística (1983) y licenciado en comunicación (1978). Fundador del doctorado en Análisis del Discurso y Semiótica de la Cultura, Escuela Nacional de Antropología e Historia (1996). Fundador del doctorado en Ciencias Sociales, Universidad de Colima (1997). Fundador del doctorado en Comunicación, Universidad Veracruzana (2001). Fundador del doctorado en Ciencias y Humanidades para el desarrollo Interdisciplinario, Universidad Autónoma de Coahuila y Universidad Nacional Autónoma de México (2010).

  


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